En las afueras de París estaba el hospicio de Charenton, donde trataron como enfermos mentales a Paul Verlaine y el Marqués de Sade, entre otros.

¡Ay, Carmela! o los muertos que no se borran

José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940), uno de los dramaturgos más importantes en nuestra lengua, disfruta a los 82 años de una generosa actividad creadora, investigadora y social: escribe teatro y ensayo, participa en multitud de proyectos, asiste a eventos, se entrega a sus coetáneos con un entusiasmo sin acritudes, trayendo a tierra su ingente saber desde una humilde y abierta cercanía… “Sólo se tiene lo que se comparte”, es una de sus máximas, y con ella abre la charla a la que asistimos desde hoyesarte.com.

TEATRO Hoy es arte

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Su ¡Ay, Carmela!, en el que la Guerra Civil sirve como fondo histórico para iluminar la problemática siempre viva de la memoria, se ha convertido en un clásico contemporáneo, siendo uno de los textos más representados en nuestro país desde su estreno en 1987. La más reciente: la propuesta dirigida por José Carlos Plaza, con María Adánez y Pepón Nieto como protagonistas, que estará durante los meses de abril, mayo y junio en el Teatro Bellas Artes de Madrid.

El grito que sigue resonando
Sanchis Sinisterra lleva ya casi cuarenta años hablando de una obra que a finales de los ochenta impactó enormemente a lectores y espectadores, relatando la herida de la guerra con una mezcla de ternura y mueca grotesca, de cotidianidad y simbolismo, de realidad histórica y ficción fantasmagórica: “La obra surgió a raíz del cincuenta aniversario del golpe de estado franquista”, nos cuenta, “y en la lluvia de ideas del principio me vino de repente el título de la canción republicana…¡Ay Carmela! Entonces entendí que el Ay es, en realidad, la muerte final de Carmela…Así que la pobre Carmela nació muerta.”

Al documentarse e investigar encontraría las coordenadas (Belchite, 1938) que facilitaban la historia de unos cómicos de la legua afines a la República que en un imprevisto son sorprendidos -casi “en ropa interior”- por el rápido desplazamiento de las tropas franquistas. Los inolvidables Carmela y Paulino serán obligados así a rehacer su espectáculo de “variedades a lo fino” al gusto del ideario golpista. De esta
manera, los hechos históricos sirven como telón de fondo del verdadero tema de la obra: la necesidad de la memoria en un país donde se ha practicado el olvido…Sanchis Sinisterra recuerda cómo al principio se sorprendía con la rápida traducción y acogida de la obra en lugares muy ajenos a la historia española: “Ahí es donde me di cuenta de que el tema no era tanto la Guerra Civil como los muertos que no quieren ser olvidados. Y de eso hay en todas partes.”

En la propuesta de José Carlos Plaza, protagonizada por Adánez y Nieto, la Carmela de la obra de Sinisterra vuelve convertida en fantasma en ese momento atroz y poético que perdió la versión cinematográfica de Saura, en el que la muerta señala con el dedo a los vivos -a los espectadores- y se resiste a ser borrada de la memoria: “Porque los vivos, en cuanto tenéis la panza llena y os ponéis corbata, lo olvidáis todo… Y hay cosas que no se pueden olvidar…”, dice Carmela en una de esas apariciones que son como quejidos señalando el silencio que impera en la realidad.

Con compromiso, sin complacencia
Sanchis Sinisterra no es sólo un autor prolífico, sino lo que podríamos llamar un “activista” del teatro, que aboga por un teatro que dialogue con la realidad desde el compromiso y la voluntad de cambio: que anime a reflexionar y a intervenir, sí, pero no desde la complacencia de la predicación de mensajes dirigidos a aquellos que ya están convencidos, que se sienten identificados con el discurso, sino todo lo contrario. “El teatro no es una misa”, afirma, “el arte, cuando habla de una realidad molesta, tendría que molestar también a los convencidos”.

Para el dramaturgo, el teatro debe buscar la incomodidad de todos, no confirmar ideas; está para remover a la audiencia, para crear un conflicto interno en el espectador: “Tenemos que conseguir que el espectador se lleve deberes para casa”. Crear polémica, así, para activar el sentido crítico que hay dentro de cada espectador.

Su ¡Ay, Carmela! sigue representándose año tras año y en ella late esa voluntad de incomodar que lleva a la propia Carmela a aparecerse ante los vivos con la insistencia turbadora de alguien que nos recuerda los despojos dolorosos sobre los que dormimos: “Carmela es nuestra memoria y nuestra culpa”, afirma José Carlos Plaza, y recuerda al llevar la obra en este 2023 a escena las palabras de su autor: la obra trata, realmente, de “los muertos que no quieren borrarse”. Todavía Carmela, después de 36 años de cobrar vida y morir a un tiempo, sigue apareciendo en los escenarios, en la memoria, y nos mantiene despiertos.

Hoyesarte.com

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