En las afueras de París estaba el hospicio de Charenton, donde trataron como enfermos mentales a Paul Verlaine y el Marqués de Sade, entre otros.

Lorca y su ‘teatro bajo la arena’

“El espectador está tranquilo porque sabe que la comedia no se va a fijar en él, ¡pero qué hermoso sería que de pronto lo llamaran de las tablas y le hicieran hablar, y el sol de la escena quemara su pálido rostro de emboscado! La realidad empieza porque el autor no quiere que os sintáis en el teatro, sino en la mitad de la calle; y no quiere, por tanto, hacer poesía, ritmo, literatura; quiere dar una pequeña lección a vuestros corazones; para eso es poeta, pero con gran modestia”

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Estas palabras pertenecen a Comedia sin título, la obra que Lorca nunca terminó de escribir, fusilado por el bando fascista en agosto de 1936. Seguía la estela reflexiva de otras dos –Así pasen cinco años y El público– en las que también imprimió el deseo –la inmensa necesidad– de crear un teatro distinto, un teatro de nuevas profundidades, visceral, un teatro que está, como el propio Lorca decía, bajo la arena, e interpela directamente al público sin complacerle. Un teatro, en fin, absolutamente fuera de la banalidad del teatro comercial, tanto que sus obras se hacían casi irrepresentables, formando una trilogía que llegó a conocerse como su teatro imposible.

Ya lo dice en una carta a sus padres de 1929: “He empezado a escribir una cosa de teatro que puede ser interesante. Hay que pensar en el teatro del porvenir. Todo lo que existe ahora en España está muerto. O se cambia el teatro de raíz o se acaba para siempre. No hay otra solución”. Esa “cosa” que estaba empezando a escribir era El público, su drama poético más representativo, que camina entre el absurdo, lo fantasmagórico, lo onírico y la poesía. 

Un texto con una fuerza absolutamente arrolladora, que es una oda al teatro, la muerte y la libertad del amor homosexual. “En último caso, ¿es que Romeo y Julieta tienen que ser necesariamente un hombre y una mujer para que la escena del sepulcro se produzca de manera viva y desgarradora?”, reivindica en escena uno de los personajes, estudiante que ha asistido a la representación de la obra shakesperiana.  

Esta obra caleidoscópica, tan difícil de poner sobre las tablas, vuelve por fin a representarse en Madrid de la mano de la compañía Teatro Clásico de Sevilla, con dirección y dramaturgia de Alfonso Zurro (hasta el 14 de mayo en la Sala Max Aub de Naves del Español en Matadero). La obra comienza con el autor mirando un telón hecho de hilos sobre el que, durante toda la representación, se proyectan diferentes imágenes que nos llevan a un imaginario de abismo y distopía. 

Así, el escenario se convierte en un “no lugar”, que bien podría ser el purgatorio, un confesionario, una sala de espera o un tanatorio, según el ojo que lo mire. Caballos con aspecto de drag-queens, bufones, estudiantes-exploradores, carniceros… el elenco va transformándose en diferentes personajes o elementos según avanza el drama, y sentimos el empeño minucioso en dotar de sentido cada momento a través de la puesta en escena.

“El público es un drama poético de una belleza deslumbrante, tan apasionado como inabarcable, y tan complejo que ningún espectador sale indemne”, explica Alfonso Zurro. “He buscado darle luz a ese caleidoscopio donde se entremezclan realidad, ficción, teatro dentro del teatro, sueños, deseos y desdoblamientos, intentando huir de lo pedagógico o reivindicativo”. 

Desde luego, la propuesta acoge un abanico de códigos, desde interpretativos (en ocasiones cayendo en un tono quizá demasiado tradicional, más declamatorio que vivencial) hasta lingüísticos, abrazando el teatro musical y la pieza dancística. El ritmo permite por momentos la respiración y la calma, volviéndose en otros vertiginoso.

 ‘El público’. Foto: Luis Castilla.
El público de Zurro ha sido galardonada con seis Premios Lorca 2023 de la Academia de las Artes Escénicas de Andalucía: mejor dirección escénica (Alfonso Zurro), mejor dirección de producción (Noelia Diez y Juan Motilla), mejor adaptación (Zurro), mejor intérprete masculino (Luis Alberto Domínguez), mejor escenografía (Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán) y mejor vestuario (Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán).

Destaca la representación de Juan Motilla, que capitanea el barco con maestría, y cabe reconocer el trabajo de Piermario Salerno, regalándonos momentos brillantes en la representación. El resto del elenco está formado por Luis Alberto Domínguez, Lorena Ávila, Santi Rivera, Raquel de Sola, Íñigo Núñez, Jose María del Castillo y Silvia Beaterio, con diseño de espacio escénico y vestuario de Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán, diseño de iluminación de Florencio Ortiz, composición música original y espacio sonoro de Alejandro Cruz Benavides, videoescena de Fernando Brea y coreografía de Isabel Vázquez.

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